Camping Timnay – Alto Atlas
11 de abril
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La jornada comienza con la búsqueda de la pista más adecuada para hollar el Circo de Jaffar, lugar al que ya había intentado ascender el viajero verde en pretéritas ocasiones, y al que, por diversas circunstancias, le había sido imposible llegar.
Antes de encarar el Atlas, cruzan llanuras cubiertas de artemisa y matorrales de flores amarillas. Las montañas escoltan la ruta, como una muralla coronada de nieve. Al pie de la cordillera, unas estacas blancas hacen las veces de porterías en un campo de fútbol sin límites.
Camino de Jaffar jalonan la pista poblados agrícolas y cultivos a ambos lados de uno de los ríos de deshielo que se forman en el Alto Atlas. Tras un llano cubierto de cereal se divisa una jaima de piel de cabra. De ella salen corriendo a nuestro encuentro los cuatro niños de la familia que la habita. Verde reconoce sus caras de otro año que estuvo por aquí. Cómo han crecido, piensa. Se alegra de verlos, en esta ocasión con zapatos. Los viajeros intentan alegrarles el día con unas golosinas y siguen su camino, perseguidos por un perro amarillo que ladra furioso a las ruedas de
Unos cientos de metros y enfilan el cañón de un río, ahora seco. La erosión del agua les regala un nuevo y bello paisaje. Se impone una parada en lo alto de la hendidura. Los viajeros se separan. Sin haberlo premeditado cada uno se ensimisma atraído por una extraña fuerza que emana del paisaje. Verde Políglota saca su cuaderno de anotar la vida y escribe dejándose llevar por el subconsciente:
“Fósiles, imagen, melancolía, recuerdos que se juntan para formar una amalgama de sensaciones que servirán para soportar el tedio en la temporada de fríos. Imagen de antiguos compañeros de viaje acuden a la memoria ante este paisaje sobrecogedor que sirve de alimento al alma”
Camino del Circo de Jaffar,
cañón de un río seco del Atlas.
(El cañón)
Y sabe que sólo tendrá que leer esas líneas para evocar ese paisaje grandioso, ese momento de vida. Y tiene la sensación de que las palabras se agarran al cuaderno dibujando el espectáculo en su retina mejor de cómo lo haría una cámara digital con todos sus megapixeles.
La imagen y la memoria no son la misma cosa, transitan por distintas sendas, no se solapan ni sustituyen. Una fotografía es una imagen-objeto, como lo es una piedra, un trozo de madera, una piña, o un puñado de arena que el viajero guarda en su mochila. Las magdalenas del recuerdo. La memoria está tan atravesada por la experiencia y la historia personal, por la resignificación de lo acontecido, que en nada serán similares los recuerdos evocados a la anécdota que los hicieran posibles. Eso pensará más tarde el viajero azul. Ahora, en el cañón, junto a sus paredes escaladas por enebros retorcidos, Azul observa a sus compañeros empequeñecidos en la distancia y magnitud del paisaje, bajo un cielo de atlantes. Una corriente de simpatía le hace sentirse profundamente en paz.
Los viajeros se encuentran ahora en la necesidad de atravesar el cañón. La pista correcta baja hacia su interior. Deciden bajar por ella, lo cual no resulta difícil. Verde recuerda que la vez anterior intentó llegar al circo remontando el lecho seco del barranco, y que hubo de desistir para continuar andando debido a la angostura del camino. Al ir bajando, divisan una pista que el compañero políglota no pudo ver el año anterior; pero esta pista pedregosa sale del barranco con una pronunciada pendiente, que da vértigo con sólo mirarla.
Al fin, los viajeros deciden reconocerla a pie; parece viable, pero no sin riesgo. El viajero políglota y
Próxima entrega: Lunes, 23 de Abril de 2007
1 comentario:
El paisaje parece casi lunar... Las estacas blancas dan la impresión de que estás en el Area 54 o algún otro sitio misterioso.
Por cierto, estupendo el sitio de la Sierra de Alor. Con tus indicaciones, viajero negro, llegamos enseguida y sin problemas.
Thank you.
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