QUINTA JORNADA
Camping Timnay – Alto Atlas
11 de abril
(2 de 3)
(Los enebros del Atlas en las cercanías de Jaffar)
Antes de iniciar la bajada a lomos de La Bestia, el viajero Azul tiene el privilegio de caminar a solas por la pedregosa pista que, pegada a la pared de roca, descenderá bruscamente hasta la base del circo. Los enebros turíferos se retuercen contra un horizonte agreste y nevado. Algunos cedros secos parecen aferrados con sus raíces como garras a las laderas que se desmoronan, gigantes petrificados que aun muertos impresionan por su fortaleza.
El solitario paseo, la inmensidad de montañas que ascienden a más de 3500 metros bajo un cielo nublado, se interrumpe por la presencia de unos niños que suben trepando como gacelas, descalzos y veloces, a su encuentro. Los cuatro, tres niñas y un niño, llevan pañuelos coloreados en la cabeza; ellas recogen los pliegues de sus faldas de distintos tonos de azul en el cinturón, para permitir más movilidad a sus ágiles piernas. Tienen las manos enrojecidas de henna, como recién sacadas de un cubo de sangre. La mayor de las niñas viste una túnica añil brillante, con bordados blancos en el pecho. Impresiona su sería dignidad, un sereno orgullo en los alargados rostros bereberes de estos niños, auténticos señores del circo de Jaffar. Se ofrecen a retirar los peñascos que dificultan el paso, nos ofrecen te y su casa hablando un francés mestizo. Con enorme tenacidad, piden dinero, comida, ropa, caramelos ("bombom"), e incluso medicamentos (“aspirin pour mamma”). Vencido por su persistencia, azul vuelve sobre sus pasos acompañado por la patrulla de la montaña. Informa al resto de viajeros de las malas condiciones de la pista que desciende por la pared del circo, pedregosa y estrecha. Aun así la decisión esta tomada: ni un paso atrás, Verde tiene un plan. El plan que, aunque aun no lo saben, hará de esta etapa la más intensa y hermosa del viaje.
(Hacia e,l fondo de Jaffar) La última cuesta hacia abajo, hacia el fondo del circo, es recordada con ambivalencia por el viajero Negro. Rojo e Insomne Azul se apean del 4x4 para indicar el camino más seguro, pues la pista es muy irregular y los bajos de la Bestia podrían arrastrarse por rocas de un tamaño inquietante. La ambivalencia reside en que, por un lado, el viajero Negro había de guiar al Políglota indicándole cuando disminuía a menos de cincuenta centímetros la distancia al abismo de cien metros de caída, lo cual, obviamente, es para hacer temer al más valiente. Por el otro lado, como no, la ambición del riesgo y el peligro superado.
Previamente, Verde Políglota y Azul Insomne vacían la Jerrycan, el depósito auxiliar de diesel, en el estómago de la Bestia. Veinte litros de energía repostados en la ahora tan lejana gasolinera ceutí. Pero la Bestia precisa de tracción a las cuatro ruedas, manejar con la reductora y marchas cortas, lo cual consume más carburante del habitual.
Políglota apunta ahora un nuevo riesgo. No está seguro de llegar sobrado a Tounfite, el siguiente pueblo donde cree que se puede repostar. Los viajeros reunidos en cónclave de riesgo acuerdan seguir adelante. El peligro es asumible. En el peor de los casos, una caminata al pueblo con un bidón de gasolina sería lo peor que podría pasar. Intimista solo despierta de su letargo con el peligro. Da gusto verlo apasionado y convence a los demás de asumir el riesgo. Ojala su actitud fuese igual el resto del día, piensa Verde.
Azul avisa atento de cada peligro en cada curva, cada bache o vadeo. Hace ponderar el riesgo y no tomarlo a broma. Cada uno se comporta en el viaje tal cómo es. Imposible ocultarse ante tanto contratiempo, tanta improvisación, tantas horas de viaje. Un poco de prudencia no viene mal, piensa Verde. Un poco de insensatez es indispensable, piensa Azul. Soy feliz, piensa Negro. ¿Qué pensará Rojo?
Los viajeros no quieren volver por el mismo camino e, informados por los habitantes beréberes del circo de que la pista c’est bon, deciden hacer la gran travesía hasta Imilchil recorriendo las inciertas pistas del Atlas. Los primeros kilómetros parecen cosa de niños al ser comparados con lo anterior: se hacen a buena media mientras se escucha a Rick Wakeman, con diversidad de opiniones. Llega el momento de comer, y lo hacen a la sombra de grandes pinos y con la compañía de dos chavales que comen a grandes puñados los frutos secos de los viajeros. Cordial compañía en aquellas soledades. Pastorean rebaños de ovejas de cara negra que nos miran ceñudas al pasar.
(Verde, Rojo y Azul al pie del Atlas)
Próxima Entrega: Miércoles, 2 de mayo de 2007
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