8 de abril
(Xaouen)
Llegan los viajeros a Xaouen o Chechauén, “los cuernos de la montaña”, a media tarde. Fue fundada por unos moros exiliados de Al-Andalus hacia 1300. Su expansión llega con estos moriscos expulsados de Andalucía, que la convierten en ciudad santa. Durante siglos estuvo envuelta en un aura de misterio. Se esconde entre las montañas, trepando por las laderas del Jbel Magu, junto a las plantaciones de hachís.
El hotel que esperaban reservar está en obras. Atraviesan el vestíbulo entre cubos de pintura y sacos de yeso. Desde su terraza, en lo alto de la colina, se observa una espléndida vista de la medina amurallada, encajada entre las montañas y el valle, en posición estratégica inmejorable. Unas piedras pintadas de blanco en la ladera señalan la presencia de un cementerio. Desde aquí, la medina parece configurarse como un laberinto de cubos blancos y azules, acotados por la muralla ocre, un organismo a punto de reventar, de saltar los muros.
(Políglota ejerciendo desde la terraza del hotel)
No fue hasta bien entrado el siglo XIX cuando el primer infiel pisó la ciudad: un intrépido francés, Charles de Foucauld, vestido de judío consiguió pasar una noche en Xaouen en 1882. Siete años más tarde logra entrar en Xaouen Walter Harris, disfrazado de cabileño y poco después el misionero Willian Summers, que fue fatalmente envenenado. La ciudad formaba nominalmente parte del protectorado español desde 1912 pero hubieron de pasar 8 años antes de que las tropas españolas intentaran tomarla a la fuerza tras un duro asedio y una artimaña. El entonces teniente coronel Castro Girona, disfrazado de carbonero (de nuevo otro disfraz) entró en la ciudad en 1920 y negoció con las autoridades. El 15 de octubre de 1920, puso fin a siglos de aislamiento, y la bandera española ondeó sobre la vieja alcazaba de Xaouen.
La ciudad está abarrotada de españoles que hacen su primera parada. En una terraza beberán té verde, muy dulce, con los grandes vasos llenos de hojas de menta. Descansan y escuchan las voces de grupos de viajeros hablando en un irritante castellano lleno de eses. Verde conoce tiempos mejores en los que la ciudad estaba habitada sólo por lugareños y escasos bohemios fumadores de grifa, aficionados a ver la vida pasar. Jipis nostálgicos que únicamente aquí se sentían como en casa. Las leyes del comercio libre acaban con el antiguo encanto de la ciudad, se lamenta.
La nostalgia es el sentimiento favorito del viajero verde y así se lo hace saber a sus compañeros de viaje. La palabra nostalgia la inventó el 22 de junio de 1688, Johannes Hofer, un estudiante de medicina alsaciano, al combinar la palabra nostos (retorno) con la palabra algos (dolor) en su tesis, Dissertatio medica de nostalgia. Describía la enfermedad de los soldados suizos obligados a vivir lejos de sus montañas. Pero el sentimiento es mucho más viejo que el término y ahora acude al corazón del viajero verde al ver la capital del Rif sucumbir al progreso y la globalización.
Junto a los cafés con internet aun quedan ancianos de largas barbas blancas y aguileñas narices, embozados en sus sufridas chilabas de siempre, fieles testigos del tiempo y los cambios. Y no cuesta nada imaginarlos con un rifle en la mano, acechando a los incautos reclutas españoles en el desastre del Barranco del Lobo o de Annual.
Los viajeros acuñan una solución al problema de la falta de alojamiento; el hostal Fuenterrabía ofrece el comedor, con sus gastados pero cómodos asientos corridos, a guisa de camas. A su disposición las duchas y letrinas comunes (ambas impracticables). Los viajeros ultiman los detalles con el responsable del hotel mientras éste se fuma con toda naturalidad un voluminoso petardo. Se fija el precio de la noche con cena incluida en 100 dirhams, menos de 10 euros por barba. La ceniza resbala por su chilaba, el humo es denso y coloca.
Dan un paseo por la medina, donde tienen su primera aproximación a los aromas de Marruecos. Negro piensa: hay especias porque hay malos olores; o hay malos olores como venganza de un shaitán al perfume de las especias. Toman otro agradable té con menta y hierbabuena en el centro de la plaza principal. Verde desaparece con asombrosa desenvoltura por un rato; va a cortarse el pelo a una de las innumerables peluquerías de la medina. Es sin duda una construcción hermosa, de callejones blancos y azules, puertas claveteadas y balcones de forja. Los viajeros hacen el esfuerzo de imaginarla silenciosa y solitaria.
Rojo, Negro y Verde deciden hacer su toilette diaria en el hammán de la ciudad. El viajero Azul, que ya disfrutó de la experiencia tortuosa del hammán en un baño turco jordano, declina la oferta y se ofrece a guardar mochilas y documentos.
(en las calles de Xaouen)
Continuará el próximo lunes 19 de marzo de 2007
7 comentarios:
Mientras verde siente nostalgia, los habitantes de la ciudad marroquí anhelan subirse al carro de la prosperidad y modernidad de la que disfrutan todos los dias los viajeros de colores y aquellos no pueden ni tan siquiera tomarse unas vacaciones para evadirse de su decadente rutina.
Lo de las especias no es para ocultar malos olores; es para que el estómago "trabaje" durante el mayor tiempo posible, para ralentizar la digestión y no acordarse del hambre, para mantener las tripas entretenidas un rato... También para ocultar el posible mal estado de algún que otro alimento.
Creo que la nostalgia de verde se debe a la paulatina pérdida de autenticidad de la ciudad, su ambiente socio-cultural. No tiene nada que ver con "no desear" que la ciudad se suba al carro de la globalización y así mejore sus condiciones de vida. Eso, en otro orden de cosas, está bien que suceda así.
Hay varios tipos de turistas: los que simplemente viajan con el propósito de alejarse de la rutina de sus vidas cotidianas, pero no se involucran en el viaje; los que viajan para empaparse de otros lugares, gentes, modo de entender la vida (quizás verde pertenezca a estos); los que solo eligen como destino países prósperos y civilizados (sienten remordimientos al ir de vacaciones a un sitio donde la gente se sume en la pobreza, o bien sencillamente les resulta desagradable)...
Seguro que hay más tipos de turistas.
Muy interesante la taxonomía del turista que hace nuestro amigo cham.
Unos viajan por topofobia al lugar habitual, yo prefiero viajar por filotipia al lugar donde voy.
También es interesante la disquisición ir de vacaciones versus turismo versus viajar versus ser viajero et al...
Sí, en los matices podemos perdernos, claro... He utilizado el término turistas por ser el más usado y quizás globalizador. Pero, evidentemente, hay grandes diferencias entre ser turista y viajero.
Esas tonalidades azules de la callejuela de la foto son totales. Disfruté mucho de mi estancia en la ciudad. Además, gracias por haberme sacado tan favorecido.
Puntualizando: Obi Wan Kenobi. Un maestro jedi no olvida su nombre, pequeño padawan.
Pues tiene usted razón, disculpe. El último tajo de Darth Vader me ha quedao más pallá que pacá.
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