lunes, 5 de marzo de 2007

Sevilla-Xaouén, 1 de 3

SEGUNDA JORNADA

8 de abril

(1 de 3)

Los viajeros desayunan media tostada con aceite y un café al sol tempranero de la mañana primaveral, en un bar de Triana. Verde habla del sentimiento religioso, de la espiritualidad hecha arte que se desparramará por las calles en los próximos días. Semana de Pasión, la más importante del año para la ciudad y para todo el barrio, que vivirá la fiesta con un sentir muy hondo. A pesar de lo que pueda verse desde fuera. Jarana y folklore. Azul: los pueblos gustan enredar sus creencias mágicas, con el folklore y la religión, en un gazpacho que tiene más de paganismo fiestero que de fe; la alegre e histriónica celebración de una identidad común basada en tradición y ganas impenitentes de cachondeo.

Verde calla, pero pide con acento a la camarera: niña, ponme un cafelito y media con aseite y ajo, y un vasito de agua, miarma, harme el favó. Y recuerda otros abriles de cera y capirote, de varales y calles angostas, de sentimiento de pueblo hecho tradición.

Montan en la Bestia. La autopista que les lleva con rapidez hacia Algeciras atraviesa el Parque Natural de los Alcornocales, la extensión de alcornoques más grande de Europa. Tras una pequeña demora y unas primeras fotos al personal femenino de apoyo, embarcan en el ferry que les llevará a Ceuta en cuarenta y cinco minutos. Durante la travesía, abandonan a La Bestia en el vientre oscuro del buque. Dejan atrás Gibraltar, enfrente se divisa el monte Hacho. Unos delfines saltan en la bruma del horizonte. La espina del mar salpica las ansias de libertad de los viajeros. Entre los compañeros de travesía, gente de vacaciones.

Al desembarcar en Ceuta, urge llenar las entrañas de La Bestia con gasoil a precio franco. Se reposta el depósito hasta el borde y se cargan veinte litros más en el depósito auxiliar. Sabia precaución, ya que días más tarde este depósito salvará a los viajeros de una buena caminata en busca de combustible en el Circo de Jaffar.

La cercanía de la frontera se hace sentir con un progresivo aumento del barullo y la miseria. Los primeros signos de africanidad son desalentadores. A la derecha de la carretera, un monte pelado, con unas casuchas arracimadas en las laderas. Son los suburbios de Serba, la Ceuta marroquí. Un albañil arranca de una pared costras de cal pintada de rojo y amarillo, restos de una enorme bandera española en el frontal de una casa. Los pedazos se acumulan en el borde de la carretera.

La frontera, piensa el viajero azul, actúa como evidente símbolo de poder: administrativo, policial, coercitivo. En ausencia de instrucciones, los viajeros son abandonados dentro de una fila de automóviles, rodeados de ceutíes de origen marroquí que pretenden por unos euros ayudar al extranjero en los incomprensibles trámites aduaneros. La frontera es una gruesa raya trazada en el suelo: a partir de aquí son otras las reglas, es el antojo de los funcionarios o los policías lo que marca el ritmo y el destino. Caprichosas demoras de papeleo, registros, comprobaciones de pasaportes y de vehículos.

En la espera se hacen los primeros contactos. Un gordo ceutí español, con aspecto de especulador inmobiliario, recomienda un restaurante donde por poco dinero podrán los viajeros hartarse de pescado a la plancha y rodajas de tomate.

Los pasaportes se pierden entre los dedos cenicientos de un guardia fronterizo. Hay cansancio en su rostro y la satisfacción del que por unos minutos se sabe dueño del destino del viajero.

Finalmente y en tiempo record, menos de dos horas, cruzan la frontera. Hoteles y apartamentos en rápida construcción junto a la costa y unos dromedarios pastando como en un escenario de película. Son las primeras imágenes del ansiado Marruecos que impresionan la retina de los viajeros.

Tras los primeros kilómetros, comen, descansan y dan un paseo por los bosques de pinos de las primeras estribaciones del Rif. Atrás quedan las lujosas residenciales de Cabo Negro, que acogen a la escasa pero pujante clase comercial marroquí y a los altos cargos del funcionariado. También los ceutíes adinerados vienen aquí a disfrutar de las ofertas inmobiliarias que no encuentran en la cercana Ceuta y que a precios más altos quedan lejos en el sur andaluz.

Atrás dejan Tetuán, con sus cuatrocientos mil habitantes, dominando el valle del uadi Martil, de murallas almenadas, terrazas, jardines y tristemente famosos ladrones callejeros de poca monta.

La cordillera rifeña, un arco montañoso tendido hacia el Mediterráneo, sorprende al viajero Azul. Se derrumba el tópico de paisajes secos y terrosos. El Rif se despliega como una medialuna verde y agreste.

Hace unos 50 años, Paul Bowles inició de forma similar su expedición rifeña, con el objetivo de grabar y documentar la música bereber, un proyecto financiado por la fundación Rockefeller, y probablemente con el objetivo secundario de fumar la mejor grifa del mundo. Su viaje puede seguirse en “Cabezas verdes, manos azules”. Otro libro de Bowles, “El cielo protector”, acompañará al viajero Rojo. La piel de la Bestia nunca se mostrará tan blanca como mientras devora kilómetros por los valles del Rif.

Continuará el próximo lunes 12 de marzo de 2007



5 comentarios:

Anónimo dijo...

Sí que sorprende el verdor de la cordillera del Rif,(como se llama la ciudad de la foto, deberiais poner textos al pie de las fotografías) uno no se imagina así el paisaje de marruecos. Incomprensibles trámites aduaneros? Por qué? Mas bien da la sensación de lentitud por la incompetencia de los aduaneros, o en ultima instancia, por falta de personal y medios.

José L. Muñoz Expósito dijo...

La ciudad es Xaouén. Recojo la idea de los pies de foto para futuras entregas.

Además de todo lo que dices sobre la aduana, que es verdad, hay un halo de irrealidad que la hace incomprensible .

Anónimo dijo...

La aduana de los paises suele ser un reflejo la realidad del país. No hay más que ver la prepotencia de la norteaméricana o la educada suiza. En Marruecos la frontera es indolente como el resto del país, calurosa y mugrienta la mayor parte del año, se palpa la altanería de la clase funcionarial que contrasta con la falta de educación del pueblo, aunque ellos tampoco es que sepan latín pero eso si leen y escriben lo cual es una diferencia con respecto al resto del bulgo.Se sienten importantes bajo su uniforme que les da el poder de las prevendas y la corrupción, instalada ésta en el país como en la mayoría de las naciones pobres y con gobiernos dictatoriales. Por último, estamos en África, aquí la vida se relentiza, las horas son más largas. El tiempo no vale tanto como en Europa porque la vida tampoco tiene el mismo valor que en nuestra sociedad. Las muertes por enfermedades, incultura o dejadez son un hecho nada anecdótico sino el orden del dia. Todo eso da a la frontera un caríz especial más acusado en la Ceutí, menos en la de Tanger, más modernizada. Si quereis comprobarlo daros prisa, está cambiando por momentos y ya tienen hasta ordenadores. Eso sí, aquellos que usábamos de niños amarillitos y con la pantalla pequeña y desleida... Pronto les comprarán pantalla plana y entonces ya no será lo mismo.

Anónimo dijo...

No sé si habréis visto la película reciente de Leonardo Di Caprio, "Diamantes de sangre", aunque más al sur de Africa, ... No sé si refleja la realidad de lo que allí se vive ¿Qué pensáis?, a mí me impactó bastante, pues suelo vivir huida de la realidad de estos paises y adentrada en la cotidianidad de nuestra sociedad.

José L. Muñoz Expósito dijo...

Yo no la he visto. Pero no creo en que haya una sola película (americana o no) que refleje la situación real de ningún sitio. Quiero decir que incluso el Marruecos que nosotros contamos aquí es completamente irreal, ha pasado por el tamiz de nuestros prejuicios, nuestros pensamientos, nuestros sentimientos y nuestra parcialidad. Pero que aún así está fresco en nuestro interior y hemos sentido la necesidad de contarlo. Supongo que algo parecido le pasaría al director de Diamantes de Sangre. Por eso merece una oportunidad. La veremos.