Camping Timnay – Alto Atlas
11 de abril
En las cercanías de Tagoudit, a
Mientras los viajeros se dispersan saboreando el panorama, una joven se acerca a
A partir de aquí la pista empieza a subir, y se alcanzan alturas considerables como los
El viajero Intimista sale de su letargo invernal para dirigir las rodaduras de
(Vadeando el río)
De pronto la pista abandona el río, y empieza a elevarse metro a metro. En un descanso son alcanzados por un grupo de 4x4 que realiza la misma ruta. En cada aldea se detienen a repartir ropa usada, turismo de aventura caritativa muy encomiable; gente buena, a diferencia de los viajeros de colores, centrados en sí mismos, embebidos de su experiencia. Los peregrinos solidarios se entretienen más de la cuenta con los innumerables niños y niñas bereberes y les tomamos nuevamente la delantera.
A unos
Un aguacero acelera la prisa en la penumbra de la montaña. Los iglúes quedan sujetos a la ligera pendiente tras clavar las piquetas y tensar los vientos. El viento hace difícil encender el hornillo de gas. Políglota cocina la cena con el esmero del mejor chef. Espirales a la carbonara de sobre, cerveza y algo de ibérico con pan a la leña. Un lujo para estos perdidos parajes. Sus compañeros de viaje celebran el plato caliente con entusiasmo. La noche les cubre y el teatro de sombras cambiantes se representaba más allá de la linterna colocada sobre la mesa plegable. Embozados en sus polares hasta las orejas, los viajeros comen, brindan e hacen confesiones a la luz de las titilantes estrellas. Intimista cuenta su secreto. El resto de la tripulación, como una piña, le ofrece su empatía y consideración. Pero cada uno es dueño de su culpa y solo uno debe darse el perdón.
Ahora la noche se cierra, la humedad va calando cada uno de los huesos de los expedicionarios y movidos por una fuerza que se apodera del ambiente, recogen sus trastos y se acodan en la espesura de su saco de dormir. Lo que pensaron allí, en la intimidad del calor, solo ellos lo saben y no quisieron contarlo ni mencionarlo durante el resto del viaje, hasta que arribaron a
No para todos. El viajero Azul, haciendo gala de su merecido sobrenombre, no concilia el sueño y abandona la tienda procurando no despertar a su compañero de iglú. Son las 3 de la mañana. Al salir de la tienda se sumerge en un paisaje lunar. Las lenguas de nieve reflejan la metálica luz de la luna llena, un resplandor azulado que proyecta su sombra nítida sobre el suelo y perfila con detalle el relieve de las montañas. En ese eléctrico silencio, inmóvil como una estatua de sal fosforescente, puede escuchar el aleteo del sobretecho en el viento frío de la noche, la respiración pausada de los durmientes, el murmullo de los regatos del deshielo. Imposible dormir ante aquella fantasmagórica belleza.
¿Por la izquierda o a la derecha de la piedra?
Próxima entrega: lunes, 7 de mayo de 2007